ENTREVSTA A SELVA ALMADA

Selva Almada, escritora entrerriana, nos cuenta cómo comenzaron a tomar forma los relatos que componen Una chica de provincia. Nos habla de sus libros aún no publicados y los que están escribiéndose todavía. En definitiva, de su forma de percibir la escritura y la literatura.

Sur de Babel: ¿Hace cuánto escribiste la novela?

Selva Almada: En realidad la novela tiene tres partes. La primera parte la terminé en el 2004. “Niños” salió editada antes, en un solo libro, editado por la Universidad de La Plata en el 2005. En realidad cuando terminé “Niños”, me encontré con Ricardo, y hablando se lo comenté y él me propuso editarlo, pero yo ya había arreglado con la universidad de La Plata, entonces quedó pendiente. Como yo quería hacer otras dos partes – acá también la idea era hacerlas por separado y después algún día sacar los tres en un solo volumen- Ricardo me dijo “Cuando lo quieras sacar entero, hablamos y lo sacamos por Gárgola”. Al final la edición de la Universidad de La Plata no anduvo muy bien, en el sentido de que no la distribuyeron prácticamente, entonces quedó ahí. Después escribí la tercera parte, que son los relatos de “En familia”. Eso lo habré escrito en el 2005, 2006.

La idea era hacer una trilogía, medio autobiográfica. Primero escribí la primera parte, después la tercera y después volví a hablar con Ricardo para publicar todo junto, entonces escribí la parte del medio “Chicas lindas”, en el mismo 2007, cuando salió el libro.

SdB: Más allá de pensar una unidad en el libro, de que estén los tres relatos juntos ¿te propusiste alguna unidad temática, un hilo conductor en los tres relatos?

S.A: En realidad, con “Niños”, yo tenía una idea inicial de escribir una serie de poemas sobre la infancia y escribí dos poemas largos, y no me convencían. “Niños” lo estuve escribiendo un montón de tiempo hasta que le quedó la forma que tiene. Cuando terminé esa parte, dije: “podría venir otra parte, de la adolescencia” pero en el medio pasó la historia del suicidio que atraviesa todos los relatos de “En familia”, el suicidio del tío Denis. Mi tío se suicida y empiezo a pensar una serie de relatos sobre ese tema. Ahí se me fue formando una unidad, pero no estaba pensada de antemano.

SdB: En la contratapa del libro vos decís que te concebiste como una escritora de provincia una vez que te viniste a vivir más “al centro”, a Buenos Aires; necesitabas alejarte de ese lugar que ficcionalizabas en tus cuentos. ¿Te sigue pasando eso?

S.A. Yo empecé a escribir más concientemente a los 20 años. Cuando empecé a escribir, era joven y los autores que conocía de Entre Ríos eran muy localistas, muy gauchescos, costumbristas, me causaba un poco de rechazo ese tipo de literatura. Entonces, supongo que por inexperiencia, pensaba que tenía que ver con el tema, que si te salías del tema “provinciano” podías hacer otro tipo de literatura. Entonces las cosas que escribía en esa época eran más “urbanas” o pretendidamente urbanas. Después empecé a escribir algunas cosas ambientadas cerca del pueblo donde yo había crecido, pero recién cuando me instalé a vivir acá y me propuse más firmemente dedicarme a escribir, empezaron a surgir historias que tenía de antes, que me habían contado, y supongo que me liberé del prejuicio de escribir de la provincia desde la provincia. Ahora me pasa que no puedo escribir relatos urbanos, todo lo ambiento afuera.

SdB: En lo que estás escribiendo ahora, hay algo de continuidad con el anterior, o pasaste a otra cosa?

S.A: Cuando terminé de escribir este libro dije: “basta de autobiografía”. Ya me había hartado de escribir sobre mis cosas, mi familia. Entonces, después escribí cosas puramente ficcionales. Lo que sí se mantiene como preocupación, que es algo que a mí me llama la atención, que aparece también en la novela que terminé el año pasado y reaparece en lo que estoy escribiendo ahora, es el tema de a familia, las relaciones entre padres e hijos. Eso puede ser una línea que continúa. Pero con el lenguaje es distinto. Ahora estoy escribiendo una historia ambientada en el Chaco. Es una historia de bandoleros. Son dos familias de ladrilleros que están enfrentadas durante años por distintas cosas, nimiedades. La historia empieza por el final, cuando los hijos mayores de cada familia, pibes de 20 años, que tienen esa misma bronca heredada de los padres, se trenzan a duelo en un parque de diversiones y los dos caen heridos mortalmente. La historia se va contando desde la agonía de cada uno, desde el pasado inmediato. Hay otros fragmentos que reconstruyen la historia anterior, desde que se conocen los padres de cada uno. Ahí vuelven estos temas familiares.

S.sB: ¿Cuál fue el germen de esa historia?

S.A: Yo voy desde hace muchos años al Chaco porque mi novio es de allá. En realidad parte de una historia que me habían contado, anécdota de pueblo, de cuando dos familias se agarran a los tiros en un parque de diversiones y mueren varios de cada bando. Fue un hecho que yo todavía recuerdo, violento y público. Me pareció súper interesante para escribirlo alguna vez. Cuando terminé la novela anterior, que es sobre un pastor evangelista y su hija, que también transcurre en el Chaco, pensé en escribir la historia de estas familias. Así que viajé, me llevé la libretita para que me vuelvan a contar la historia, pero me dijeron: “Ah, sí… mucho no me acuerdo” Fue una decepción. Mi novio me dijo: “mi tía trabaja en el juzgado, seguro que ella te puede conseguir los expedientes” y le dije que no. Cuando uno quiere escribir algo que sabe que pasó en la realidad, y empezás a preguntarle a todo el mundo, la gente se genera expectativas y después no te podés salir de eso que te contaron. Se iba a armar revuelo quizás, y no tenía ganas. Y me dije que iba a escribir sobre lo que me contaron y después todo lo demás lo invento. En realidad, de la historia real lo único que tomé fue el enfrentamiento en el parque de diversiones. Lo demás lo inventé.

SdB: Mejor, ¿no?

S.A: Sí, para mí mejor. Ahora no le debo la historia a nadie, no tengo que explicar nada. Al final me resultaron súper ricos los personajes y lo que voy descubriendo de ellos, mientras escribo.

SdB: Tu recorrido lector, ¿cambió a partir de que vos empezaste a escribir.

S.A: Yo siempre leí, desde chica, pero no “buena literatura”. Leía lo que me caía. Mi viejo compraba las revistas de historietas, leía Corín Tellado, que era lo que leía mi mamá. Después me inscribí en la biblioteca y la que me recomendaba literatura era la bibliotecaria, que me daba los novelones rosas. Era una literatura muy popular y sin una guía. Empecé a conocer otras cosas cuando empecé la facultad. Cuando me viene a vivir acá, también cambió el enfoque de lectura.

SdB: ¿Leés a gente de tu generación?

S.A: No tanto como tendría que leer. Tengo otros amigos que leen todo lo que sale. El último año me enganché mucho con los norteamericanos del Sur, ahora estoy leyendo bastante eso.

SdB: ¿Tus búsquedas cambiaron a parir de la escritura?

S.A: Creo que mi escritura cambio a partir de lo que fui leyendo. Cuando empecé a querer leer más a los norteamericanos del Sur era porque teníamos muchas cosas en común, ellos también escribían sobre el tema rural. No sé si me llevó a eso lo que estaba leyendo, uno se contamina sin saber muy bien cómo. Sí leo cosas que tiene que ver con lo que a mí me gusta trabajar.

Entre otros que escriben y tenemos la misma edad, me gusta mucho Hernán Ronsino, creo que tenemos una onda literaria parecida, o Mairal. Debería leer más.

SdB: Hace poco fuiste jurado de un concurso de Gárgola. ¿Cómo fue tu experiencia, con qué te encontraste?

S.A: Nos sorprendió a los cuatro. Yo pensaba que el auge de la autobiografía ya había pasado, que todos nos habíamos calmado… pero gran parte de las novelas eran autobiográficas. Muchas novelas de iniciación, de adolescentes. Te dabas cuenta de las marcas autorreferenciales. También me alarmó un poco que había muchas novelas que parecían sacadas directamente de un blog, para ser publicadas en formato libro. No había una vuelta sobre esa escritura, ni una reflexión. En el blog está bueno, escribís, colgás y punto. Esa es la gracia, es más inmediato. Pero eso llevado al papel y participar de un concurso donde te van a publicar la novela como premio, me pareció desprolijo. No había muchas historias donde hubiese construcción de personajes, de ambientes. Era muy sacado de lo que me pasa a mí, de mis amigos, del viaje de egresados. No había la construcción de un mundo… que es lo interesante.

SdB: Vos que tenés talleres, ¿cómo se hace para “enseñarle” a alguien a escribir? ¿Por dónde lo encarás?

S.A: En los talleres doy una parte de lectura. Lo que pasa es que hay un afán por convertirse en escritor pero no hay una formación lectora. Como les decía, yo leí gran parte de mi vida cosas “menores”, pero leía. No tenía la guía, pero leía. Ahora me parece que nadie lee. Uno aprende mucho a escribir leyendo. Doy lectura de cuentos, entrevistas a escritores, y después trabajamos con consignas. Generalmente, arranco con un libro de Carver: “Cómo escribir un cuento”, donde él habla de estas cosas. Dice, por ejemplo, que lo que diferencia a un escritor de otro es su mirada. Después, vemos cómo ellos van escribiendo. No hay un manual para aprender a escribir. Se aprende a escribir escribiendo, leyendo y siendo reflexivos sobre lo que uno escribe y escuchando lo que otos tienen para decir sobre lo que vos escribís.

SdB: Hay más gente que escribe que la que lee.

S.A: Es una contradicción estúpida. Vos querés ser escritor, editar tu libro, pero a su vez no comprás libros, no leés. ¿Qué podés esperar cuando vos publiques? La literatura acá, en Capital, da a veces la impresión de que un escritor es como un panelista de televisión, que siendo escritor uno puede alcanzar una notoriedad “televisiva”. Se escribe solo, y se es leído en soledad. Veo un afán de notoriedad que no se corresponde con la literatura.